sábado, 14 de diciembre de 2013

Recuerdo compartido


Hay anécdotas e historias a las que nos gusta volver una y otra vez, no nos cansamos nunca. Lo que fue tan gracioso, siempre lo será o, si me lo permitís, me atrevería a decir que su jocosidad irá creciendo con los años, pues tendemos a exagerar una y otra vez esas historias. Pero nos lo pasamos bien en su momento y nos lo pasamos mejor haciéndonos eco de ellas. Con Myriam comparto muchas de esas anécdotas y si me pusiera a hablar de cada una de ellas, no acababa. Las demás personas que estuvieron allí también las recuerdan, tenemos una especie de memoria compartida o colectiva que nos hace estallar en carcajadas cada vez que alguien menciona una sola palabra. Si digo cumpleaños, sólo hay uno y ellos saben cuál es. Si digo sofás, todos sabremos a qué me refiero, aunque sólo Myri sabe el riesgo que corrimos allí de pie. Y lo mismo pasa si digo post-it, Roost, sangría, hamburguesuela, smoking apartment, resaca, moqueta, croqueta, etc. Todos compartimos esos recuerdos. Pero hay sensaciones que sólo quedan entre dos, cosas que sólo saben dos personas y en nuestro caso es algo que hemos contado muchas veces, pero que quizá nadie llegue a comprender en su verdadera magnitud.

Veréis, nosotras dos nos conocíamos de la universidad, de vernos por clase, pero cada una iba con su grupo de compañeros de clase y hacía su vida universitaria de una forma distinta. Claro que nos cruzamos palabras alguna vez, pero un alto porcentaje de ellas eran saludos e interacciones de cortesía social. Creo que en una ocasión comimos juntas, cuando celebré mi cumpleaños con algunos compañeros de clase y lo extendí a algunas personas por ser del mismo círculo de amistades, siendo ella una de esas personas. Es más, ahora que lo pienso, también coincidí con ella en una cena de cumpleaños de una compañera de clase. ¡Madre mía! Aquel día fue el estreno de "La Venganza de los Sith", el episodio III de Star Wars y yo había ido al cine por la tarde a verla disfrazada de Darth Vader, muy cutremente. El caso es que luego fui a la cena con el chandal negro que me había colocado debajo de la capa y casco, no había tenido tiempo de cambiarme de ropa. Esto no hace sino reforzar lo que os quería contar a continuación, y es que cuando nos enteramos de que iríamos juntas a Irlanda de Erasmus ella debió alucinar pepinillos. A veces me lo ha dicho, pero yo creo que siempre ha suavizado el impacto real de aquello. Y es que se iba de Erasmus con una friki de la clase, esa chica tan rara que vestía diferente, venía a los cumpleaños sin ningún tipo de consigna para vestirse (ya lo he explicado, me pilló en el cine) y que hacía los trabajos de clase de la manera más rara posible (aquí no estaba sola, mis otros compis eran como yo jajaja). Pero no hagamos esto unidireccional, que yo también me quedé sin palabras cuando vi que me iba con ella, aunque en mi caso, también iba a viajar a Irlanda con mi amiga y compañera de clase, así que no presté mucha atención al hecho de que Myri también venía con nosotras. El caso es que nos íbamos fuera a vivir un año y Myri y yo apenas nos conocíamos y nos sentíamos completamente diferentes la una de la otra. 

Y con ese sentimiento de no pegar ni con cola, allá que nos fuimos a Irlanda. Pero qué travieso es el destino, porque durante el vuelo de avión Myri y yo empezamos a hablar y nos dimos cuenta de que teníamos muchas cosas en común. Si hasta, hablando hablando, descubrimos que las dos habíamos estado durante el mismo año pero en meses diferentes en la misma ciudad inglesa, con la misma beca de estudios. Eso lo descubrimos minutos antes de coger el tren al que sería nuestro pueblo irlandés y creo que nos hizo pensar a las dos en que quizá, después de todo, no seríamos tan diferentes la una de la otra. Horas más tarde, sentada en la mesa de la cocina de su casa mientras me tomaba un té y miraba por la ventana, veía todo lleno de verde y asumía por primera vez que estaba allí, en un país diferente y que me quedaba un año por delante. Tenía algunos temores propios de quien se ve separado de su cotidianidad y emprende una nueva etapa completamente distinta. Pero nunca en todo el tiempo que pasé allí me sentí sola. Desde el minuto uno allí supe que jamás estaría sola, pues tenía a personas como Myri a mi lado. 

Han pasado los años, ahora somos las Miris, pues las dos nos llamamos igual. Ella, Myri Griega; yo, Miri Latina. Tenemos muchas anécdotas que siempre recordaremos, pero creo que esos momentos iniciales de los que os he hablado son los que más me seguirán sorprendiendo. ¿Quién nos iba a decir a nosotras que esas dos personas que en la universidad apenas hablaban llegarían a ser las amigas que son hoy en día? Me alegro de haberte conocido. Este es mi pequeño regalo por ser tu cumpleaños hoy, un pensamiento alegre. Feliz cumpleaños.

2 comentarios:

  1. Loco. Me has dejado sin palabras Miri! Me encanta q hayas 'volcado' ste recuerdo en la red. Parece cogido del pensadero! Desconocía sta anécdota x completo. Mola mil! El destino a veces nos juega buenas pasadas!, sta es una de esas veces!

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    1. Tú lo has dicho, lo he cogido del pensadero. Muchas gracias por tu comentario, Jaime ;)

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