domingo, 31 de octubre de 2010

¡Qué festín!

Las cosas que más disfrutas en esta vida son aquellas que improvisas en un momento, esas que no preparas de antemano. Ayer disfruté y mucho con una de ellas.

Agarré el coche, me puse Rihanna a todo volumen y me fui a Rojales, un pueblo que queda por mi querida Vega Baja. Había quedado con Myriam, a la que no veía desde el mes pasado. Ya le había advertido de que aquello iba a ser un "secuestro" con mi coche nuevo, pues quería enseñárselo y dar una vuelta con él, así que le dije que pensara algún sitio chulo y diferente para ir a comer. Pues bien, más acertada no pudo estar su elección. Nos fuimos a un restaurante alemán que no quedaba muy lejos y alucinamos con todo.

Para empezar, el sitio era enorme, grandísimo, y todo era como muy alemán. La inmensa mayoría de la clientela y todos los empleados eran alemanes. Las camareras iban vestidas con el típico traje alemán, con escotazo, faldas cortas y trenzas en el pelo. Auténtico. Nos sentamos en una mesa muy larga con bancos a los lados en la que, además de nosotras, se sentaría más gente luego. Puede parecer algo extraño para nosotros, que no estamos acostumbrados a compartir mesa, pero forma parte del encanto del sitio.

Llegó el momento crítico: pedir. Nos trajeron la carta y, aunque también estaba escrita en español, no teníamos ni idea de qué eran las cosas. Había muchos platos diferentes y muchos tipos de salchicha. Pasamos las hojas con algo de apuro, pero enseguida vino nuestra camarera a echarnos una mano. La mujer nos explicó todos los tipos de salchica que tenían y nos recomendó algunas cosas. Al final acabamos pidiendo las primeras cosas que nos recomendó, que fueron las siguientes:

-De entrante, un queso cremoso típico, con algunas especias por encima para darle un pequeño matiz. El queso se untaba en un pan típico de allí, salado además, el bretzel, que es como los típicos lacitos salados que venden (esos que vienen junto a galletitas saladas, peces y palitos salados, que son así como lazos lacados con algo). Buenísimo, sobretodo el pan.

-Cuando uno piensa en comida alemana, las salchichas son lo primero que le viene a la mente. Ayer teníamos que comer salchichas sí o sí, por eso al final nos pedimos las blancas, que son hervidas. Sí, uno puede pensar "qué asco, están hervidas", pero estaban de muerte. Nos las trajeron en un recipiente parecido a una salsera o sopera, tapado para que no se fuera el calor. Allí dentro, flotando en agua caliente, estaban nuestras 4 salchichas. Lástima que no salga la salsera esa en la foto, porque la hice cuando ya se la habían llevado de la mesa. Era muy chula, con unos dibujos muy chulos. Lo que sí se puede ver en la imagen son los dos cuencos con la salsa que acompañaba a las salchichas, una salsa de mostaza dulce buenísima. Siento repetir tanto la palabra "buenísim@" pero si soy fiel a la verdad, otro término no me sale. Podría decir "sublime" pero no quiero emplear sinónimos, la redundancia produce un efecto más impactante.

Todo esto lo acompañamos de cerveza, como no podía ser de otra manera. Lo mejor de todo es que la cerveza es de fabricación casera, la hacen ellos mismos. Allí en medio había unos tanques gigantes y demás artilugios donde la hacían. Disponían de tres tipos: rubia, negra o de trigo. Las probamos todas. Así acabamos, que tuvimos que hacer tiempo para volver a conducir.

Conclusión: ¡ese restaurante mola mil! Volveremos

Por la tarde, cuando salimos del restaurante cuyo nombre no recuerdo, pedí por favor que fuéramos un momento al supermercado Iceland de Torrevieja, porque nos pillaba de paso y yo tenía una importantísima misión que cumplir: comprar té. Ya lo anuncié ayer, en mi casa se mascaba la tragedia, pues sólo quedaban apenas 3 o 4 bolsitas de té inglés de desayuno y nos esperaba un largo puente en el que sin té podríamos desatar el apocalipsis. Pensaréis, "no cuesta nada ir un momento al Mercadona" pero no, porque el té que yo quiero es el importado del Reino Unido, no me vale el que venden aquí, no lo noto igual. Por eso tenía que ir a un supermercado especializado en comida de fuera. Esto es lo que compré al final, entre otras cosas: una caja gigante de 240 bolsitas de té. Si la comparamos con la caja que tenía aquí en casa de 40 bolsitas, es muchísimo más, nos va a cundir. Además, en la foto me he tomado la libertad de poneros un muñeco de Playmobil, sólo para que aprecieis el enorme tamaño de la caja de té en cuestión. Gigante.

En fin, por último, volvimos a casa de Myri y nos hicimos una infusión de manzanilla, vainilla y miel que compramos también en el supermercado ese y estuvimos hablando de más cosas, mirando vuelos de avión y demás cosas. Tuve que marcharme al poco rato, porque ya eran las 9 de la noche. Se nos había pasado el tiempo sin darnos cuenta. Y es que cuando uno está a gusto y disfrutando, al tiempo no se le presta atención. Un día redondo, sí. Hay que repetirlo, sin duda.

4 comentarios:

  1. madre mía qué hambre! cuando vuelva me dejaré secuestrar con mucho gusto para volver este sitio y probar todas las cervezas caseras y las salchichas en sopera guay! :D

    me alegro que el día fuera redondo florecillas!

    miss you loads x

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  2. ainssss a mi no m gustan nada las salchichas :S:S!! m dan bastante asco jajajajaja!!

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  3. No encuentro eso de "embed". ¿Dónde está?

    Pues yo me quedé con las ganas de entrar en Madrid a un restaurante que se llama Oktoberfest (o como se escriba) que tenía unas pedazo jarras de cerveza... impresionante!!! Eran casi más grandes que yo!!

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  4. Son casi las doce de la noche y me ha entrado hambre.xD Aunque no me guste la cerveza me tienes que llevar a ese restaurante.:P

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