Volvimos en silencio durante todo el trayecto de autobus. Nos íbamos del aeropuerto a casa. Estábamos solas, tristes por lo que se iba y por lo que vendría en unos días. Esos pensamientos se disiparon cuando llegamos a la parada de Maynooth y bajamos del vehículo. Había que despedir los pocos días que nos quedaban por todo lo alto, nos lo merecíamos, se lo debíamos a todas las personas que ya no estaban. Y vaya si aprovechamos bien el tiempo. Juntas.
No recuerdo bien cuántos días pasaron exactamente, creo que tres; ni cómo se sucedieron las cosas, pero sí recuerdo y con gran aprecio varios momentos especiales. Recuerdo aquella mañana en la que despertamos con todo el césped cubierto de hielo. Los primeros rayos de sol se encargaron de deshacer rápidamente aquella blancura, pero fuimos testigos de ello durante un instante. Me llamó la atención que sucediera aquello precisamente en esos días, no había pasado nunca antes, ni pasó tampoco después cuando regresé semanas después. Fue mágico y bonito. También recuerdo aquella comida en Supermacs. Nos pusimos las botas, un día era un día. Hablamos de cuidar la línea, en cierto sentido nos sentíamos culpables por el atracón, pero ¡qué bueno estaba todo! Hablamos de animales, de perros, y todo porque había una paloma junto a la ventana de nuestra mesa, una ventana que nos mostraba una nueva perspectiva de esa calle por la que habíamos paseado casi todos los días. Era la primera vez que veíamos el pueblo desde la planta superior de un edificio. Recuerdo también esa excursión improvisada a Phoenix Park. Tres meses allí y nunca habíamos ido. ¡Fue legendaria! Caminamos y caminamos durante horas, nos perdimos buscando los ciervos, preguntamos a un señor con prismáticos, nos metimos por toda la maleza, nos tendimos sobre la hierba mojada para hacer fotos... Nos salió un día estupendo, soleado, tuvimos mucha suerte. Volví otras veces al parque, pero ninguna superó a aquella primera vez.
Han pasado más de 5 años desde aquellos días. Echando ahora la vista atrás, hemos dejado otros muchos momentos: las quedadas en los conciertos de la Gaga, la estampida porque los Varry Brava empiezan a tocar en el SOS 4.8, las tapas del Fraskito, las imitaciones de Estela Reynolds cuyo broche de oro es ese momento en el que bajas las escaleras como ella y te cuelas en un salón con una chica que se queda flipando al verte, el "todo va a salir conforme al plan que diseñéeeee" que sólo tú sabes hacer, el "¿cómo dise? piehhhs" con el que me parto de risa, el regreso a Maynooth años después, la despedida del 2010 todos cogidos de la mano en ¡el Roost!, tú canción de Freixenet (aun tengo pesadillas)... Son más escasas las veces que nos hemos visto tras el Erasmus, aunque ya ves que esas ocasiones nos han regalado momentazos como los citados arriba. Pero no he empezado este post con el relato de aquellos 3 días en los que estuvimos solas en Maynooth por casualidad. Creo sinceramente que nuestra amistad se afianzó en ese momento, que descubrí a una nueva Alessia. Sí, estabas un tanto triste porque todo se acababa, pero yo también lo estaba, así que en ese sentido la balanza se equilibraba. Pasamos unos bonitos días hablando, paseando, conociéndonos un poco más. No sé si tendrás la misma sensación que yo, pero así lo siento y así te lo cuento. ¡Qué días más geniales fueron! Me alegro de haberte conocido, eres todo un personaje :)
Sé que te encanta recordar el pasado, que cada cierto tiempo te gusta rememorar días en los que lo pasábamos en grande con todas las demás personas, que te encanta ver vídeos de hace mil e incluso lloras con ellos. Tú mejor que nadie entiendes que hay que atesorar los buenos momentos. Ejerces conmigo de guardiana de esos grandes recuerdos. Por eso te regalo un soplo de unos días muy bonitos. Espero que te guste. Era eso o cantarte una canción, pero no sé cantar y no quiero que llueva más, jajaja.
En fin, espero que esté siendo un gran día. ¡Felicidades y a disfrutar! :)
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