martes, 11 de enero de 2011

Recién llegados

De mi post anterior se deduce el nerviosismo por parte de todos en ese primer día, así que no hace falta que os cuente más al respecto. Empezaré mi relato desde el momento en el que nos fuimos a cenar y a tomar algo por la noche.

Durante toda nuestra estancia destacó con creces el restaurante de comida rápida Supermac's, pero por cómo se desarrollaron las cosas esa noche el destino quiso que comenzáramos nuestra andadura en la deliciosa y bendita comida basura en un Burger King de toda la vida. Era lo más cercano que había y teníamos mucha hambre. Normal, si a malas penas habíamos probado bocado a mediodía. Devoramos una clásica Whopper en un tiempo récord, aunque quien se llevó el premio al más rápido comiendo fue mi hermano, pero no por la velocidad, sino por el minúsculo y ridículo tamaño de su hamburguesa. Y ya que hablo de comida y de Moi, voy a meter casi con calzador una anécdota, diría que la primera de todas.

Estábamos en el avión, todos con los oidos entaponándose y desentaponándose (madre mía, a quien repita eso rápido varias veces y no se trabe la lengua le doy un premio). De repente las azafatas pasaron con el carrito de la comida, anunciando lo que ofrecían. Entre sus productos había "pipas y caramelos", pero Moi no oyó eso. Se giró con los ojos abiertos de par en par, perplejo. "¿Paella de calamares?"-dijo en tono de sorpresa. Todos nos reímos por su torpeza al escuchar, y quizá la cosa no habría pasado a mayores de no ser porque horas más tarde ocurrió algo parecido y ya quedó bautizado como el abuelete sordo del viaje. En esta segunda ocasión estábamos en el autobús de camino a Dublín y Silvia le preguntó "¿estás mejor?" a lo que Moi contestó con esa misma cara de WTF? "¿cangrejo?" Ya teníamos mofa para rato.

Eso no fue lo único con lo que nos reimos largo y tendido durante la mañana siguiente. También estuvo el incidente de las ostras y cómo éstas revolucionaron al personal. Para ello tengo que hablar de cuando pisamos el primer pub aquella noche, el Porterhouse. Minutos antes, caminando por las calles del centro de Dublin nos preguntábamos dónde estaría todo el mundo, pues no había ni un alma en la calle y no era muy tarde. La respuesta la encotramos nada más abrir la puerta del pub. El lugar estaba lleno de gente hasta arriba, nos costó encontrar un hueco en el que aparcarnos. Se respiraba un ambiente irlandés: todo el mundo hablando y con una pinta en la mano mientras sonaba la música. Tuvimos la gran suerte esa noche de que tocaran en directo. ¡Cómo nos recordó aquello a nuestro Roost! Sólo nos faltaba pedirnos una pinta. Como la cerveza de ese pub era de fabricación propia nos pedimos una rubia y una negra. Con estas últimas vino la tontería de las ostras, porque la cerveza se llamaba Oyster y cuenta la leyenda (es decir, nos pegamos la inventada padre) que contiene alguna esencia de ostra. No hace falta que diga que las ostras son afrodisiacas ni que el chiste fácil fue más fácil que nunca. En fin, esa noche no cayeron las pintas. Acabábamos de llegar. Tregua, por favor. Ya caerían más otro día, que teníamos toda una semana por delante.


A la mañana siguiente nos despertamos a eso de las 8 de la mañana, pues el desayuno lo servían hasta las 10 de la mañana, había que ducharse y éramos muchos para un solo cuarto de baño. En apenas dos horas salimos del hostal, rumbo a las calles más céntricas de la ciudad, para visitar alguna que otra cosilla. La primera parada la hicimos en el Castillo de Dublin, ese que yo nunca había visitado antes. En su interior había un pequeño jardín super cuco, campo de quidditch que decía Geles, en el que había un gran montículo de nieve. Había estado nevando desde el mes anterior y ya tan sólo quedaba esa nieve peleona que se derrite la última. ¡Qué bien nos vino! La disfrutamos como críos pequeños, porque enseguida nos avalanzamos a ella para hacer bolas y tirárnoslas.

La siguiente parada fue St Patrick's Cathedral, que por fuera no es gran cosa, pero como hay que pagar para ver lo interesante de dentro, pues todos hacemos como que lo de fuera es lo más bonito del mundo mundial. Y no sé si fue porque salía un humo extraño de un lateral del edificio o porque aquello de tan feo parecía el hogar de un ser deforme, que se nos ocurrió a mi hermano y a mí grabar unos videos que hablaban de la criatura amorfa que allí habitaba y que repicaba las campanas por la noche. A partir de ahí, nos salieron monstruos por doquier... Acordaros bien de lo que os digo, porque en próximas entregas hablaré de demás esperpentos.

Después de tanto andar (se baticinaba que iba a ser un viaje de andar, andar y más andar), hicimos un alto en el camino para ir a tomarnos algo calentito en Insomnia, uno de los mejores establecimientos de té y café que he probado. Y ahí hice mi primer descubrimiento: el Chai Latte, que no es más que té Chaí hecho directamente en la leche y muy azucarado. Estoy acostumbrada a tomarme este té con agua y un chorrito de leche porque la leche caliente me da un poco de angustia, pero aquello estaba buenísimo. Orgásmico. No me extraña que aquella noche cayera rendida en la cama, después de tanto andar y tantas sensaciones orgásmicas, porque hubo otra. Vino horas más tarde: las Garlic & Cheese fries del Supermac's, lo único que comimos aquel día. Por primera vez en 3 años pisaba de nuevo un Supermac's y disfrutaba de unas patatas como aquellas.

Por la tarde nos dimos un pequeño paseo por Temple Bar y Trinity College. En este último lugar sucedió algo que provocó el nombramiento de la canción Suave Suave de Muchachada Nui como canción oficial del viaje. Hay otras que se disputan el título, pero esa creo que fue la que más cantamos. Resulta que, dentro del Trinity, en el césped, vimos una gaviota que zapateaba. Sí, como lo ois, zapateaba. Geles le quiso poner un poco de música al pobre animalico, que bailaba sin música, y este fue el resultado:



Por la noche, después de cenar los bocadillos que traíamos de España (aguantaron, sí), nos fuimos de pubs, primero al Sinnotts Bar, donde fuimos testigos de cómo los irlandeses viven el futbol; y más tarde, de nuevo al pub de la noche anterior, el Porterhouse. Cayeron más pintas, aunque todavía eran pocas. Tranquilidad, que sólo llevábamos 24 horas en el pais. Estábamos haciendo tiempo mientras esperábamos a Jaime, que venía ese día. Y no, no hablaré ahora del cubano. No, no diré nada de ese cubano que nos robó el corazón... digo, a Jaime. Porque yo no dije que Marujita estaba golda, sólo dije que estaba un poco subidita de peso. En fin, mañana más y mejor, que aun queda mucha tela que cortar




Aquí tenéis la canción oficial. Vamos Robert sal a bailar...

2 comentarios:

  1. jajajaja ese video molón! :) me parto cada vez que lo veo! y silvia por ahí diciendo: luego le pones música miri xDD bonicas coñe!

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  2. Ja ja ja!! Qué risa con el video!! Es total!!

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