domingo, 30 de junio de 2013

Curso en blanco

Hoy es 30 de junio, fecha en la que los profesores interinos cesamos en nuestro puesto si es que estamos cubriendo alguna baja, y toca hacer balance del curso. Lamentablemente, este ha sido para mí un curso en blanco en cuanto a trabajo, pues no me han llamado de la bolsa, así que no puedo hacer como otros años y hablar de mi experiencia docente en un centro educativo. Sin embargo, he hecho otras cosas y a día de hoy estoy contenta, muy contenta, el balance es muy positivo.

No es que me alegre de no tener trabajo, todo lo contrario. Los malditos recortes de Educación me han chocado de frente, dándome un fuerte revés, y no creo que la cosa vaya a mejor el año que viene en ese sentido. Preveo con cierto realismo, que no pesimismo, un próximo curso igual a este que hoy llega a su fin. Llegado el momento, quizá el balance no sea tan optimista como el que hago ahora, pero eso será otra historia. De momento, este curso, a pesar de no haber trabajado, he aprovechado muy bien el tiempo en otras cosas. 

Quizá ha sido el destino, que me reclamaba con urgencia en otras cosas porque, gracias a haber estado parada durante este curso 2012-2013, he podido trabajar en mí. Ya no soy la misma persona de hace unos meses, he cambiado el chip por completo. El 17 de septiembre tomé una decisión y la llevé a cabo. Decidí empezar a cuidarme, a tomarme en serio mi salud. ¿El resultado? Hoy tengo 20 kilos menos (19,5 para ser más exactos, se me está resistiendo redondear la cifra, pero estoy en ello), me siento más ágil, más activa e incluso más jóven. Algún día os contaré qué me pasaba por la cabeza en la fecha antes mencionada, de momento quedaos con que decidí espabilarme y a la mañana siguiente, sin saber aun cómo, salí temprano por la mañana a andar y así continué durante meses. Cuando llegaron las navidades ya había perdido 12 kilos y así hasta día de hoy. En fin, no quiero aburriros ahora con esa historia, pero para mí ha sido lo que más ha marcado este período de tiempo. Si hubiera estado trabajando, nada de esto habría ocurrido, estoy muy segura de ello porque me conozco. No sé si llegaréis a entenderlo, pero por eso estoy agradecida de no haber sido llamada de mi bolsa este año.

No me malinterpretéis, he echado de menos trabajar en un instituto. El año pasado fue una experiencia muy gratificante para mí porque prácticamente, a pesar de ser mi tercer curso trabajando, era una novata y por primera vez tuve verdaderas responsabilidades al trabajar durante más tiempo; pude ejercer de profesora por completo. Y me encontré realmente cómoda con ello, me dí cuenta de que eso era lo mío. Pero me siento muy afortunada una vez más porque, aunque he estado alejada del día a día en un instituto, no ha sido así de la experiencia docente. He tenido la suerte de poder ejercer mi trabajo dando clases particulares y me lo he pasado genial porque he aprendido nuevas cosas. La mayoría de mis alumnos han aparecido a finales de curso, pidiéndome ayuda para aprobar o sacar mejor nota, y lo han conseguido. Me siento muy orgullosa de haber podido hacer algo para ayudarles, aunque como siempre digo, son ellos quienes realmente consiguen las cosas, el mérito es suyo. Y en todo caso, me han ayudado ellos a mí, porque no he perdido nunca de vista mi vocación, porque han hecho que haga una autocrítica y descubra cómo mejorar en lo que hago. Otro punto más a favor de este curso en blanco.

En fin, mañana 1 de julio empezaré a disfrutar de las vacaciones de verano. El hecho de estar parada no va a hacer que las disfrute menos. Veremos cómo se da el próximo curso, pero tanto si trabajo como si no, afrontaré lo que venga con decisión, seguridad y con el mismo optimismo de siempre. De momento este curso ha sido genial. ¿Entendéis ahora por qué?


viernes, 28 de junio de 2013

Oídos sordos

Acabo de llegar a casa un tanto molesta. Vengo del banco. "No me digas más", pensaréis. Es cierto que en los días que corren, mencionar el banco es sinónimo de algo no muy agradable, pero lo que me trae hoy aquí es algo diferente, podría haber pasado (y seguro que pasa) en cualquier otro lugar.

Veréis, he acudido al banco a hacer unas gestiones. La máquina que da los números de turno estaba estropeada, así que, como buenos ciudadanos, quienes estábamos allí hemos ido pidiendo la vez y estableciendo un orden. Aunque a priori parecía no haber nadie en la cola, al final he tenido que esperar la friolera de 40 minutos para que me atendieran, pues sólo había una persona en el mostrador de caja. Y si yo he esperado 40 minutos, quienes venían detrás mía aun tendrían que esperar mucho más. El caso es que de repente, tras llevar 30 minutos allí, ha venido una chica que tendría alrededor de 40 años y ha querido "ir a hacer una pregunta" y pasar antes que todos los que estábamos esperando. Por lo que ella misma hablaba con la persona que la acompañaba, no tenía pinta eso de ser una simple pregunta. Vamos, que quería colarse así por todo el morro. Se ha acercado a quienes estábamos a punto de ser atendidos para pedirnos amablemente si podía pasar a "preguntar". Tanto yo como el señor que iba dos sitios detrás mía le hemos dicho que sí, por no oirla más que nada. Pero la mujer que tenía justo detrás de mí ha dicho que no. Y aquí es donde viene todo el percal.

La chica de la "pregunta" nos lo ha pedido de buenas maneras. Y de las mismas buenas maneras dos personas le hemos dicho que sí y otra que no. La que se ha negado lo ha dicho en buen tono y sin hacer reproches tipo "te quieres colar", que era lo que todos pensábamos; simplemente es una persona que lleva más de media hora allí y, además de estar cansada, igual tiene prisa. Bueno, pues la chica de la "pregunta" se ha pillado un buen rebote y ahí es cuando se ha delatado ella solita, pero además ha demostrado ser de ese tipo de personas que, por duro que suene, son escoria para la sociedad. ¿Qué ha pasado? Pues ha pasado que la mujer que se ha negado era una inmigrante de origen marroquí y la de la "pregunta" era española, racista para más señas. De su boca de "ciudadana española que se cree mejor que tú, inmigrante" han salido una ristra de barbaridades racistas que me han hecho sentir rabia. Rabia porque nadie ha tenido el valor de decirle lo maleducada que estaba siendo, rabia por haberle querido ceder el turno segundos antes, rabia por saber que la mujer inmigrante estaba oyéndolo todo y sintiéndose discriminada, rabia en general por la injusticia que se estaba cometiendo. Empezar a mezclar lo del turno con un racismo tan injustificado me parece caer muy bajo. Me consuela que la engreída de turno no se ha salido con la suya y se ha tenido que poner a la cola, al final de la cola. Si ha decidido esperarse a hacer su pertinente pregunta, seguro que aun sigue allí sentada con su mala leche, aburrida.

 Ha sido una situación muy violenta, de esas cosas que no agrada ver y que entristece a cualquier persona educada con dos dedos de frente. Y lo triste de todo esto es que, a pesar de ser un incidente aislado en la cola de un banco esta mañana, es también algo que sucede todos los días y en cualquier lugar. Se dice que hay tontos en todos lados, pero es que cada día hay más. ¿Qué le pasa a esta sociedad? Decir que se es una persona educada para muchos es ya una falacia convertida en coletilla, ahí a mano para usarla en todo momento. En fin, me apenan mucho estas cosas. He llegado a casa sintiendo que tenía que denunciarlo y así lo estoy haciendo. Me habría gustado girarme y decirle a la mujer marroquí que no se preocupara, que no hiciera caso a una tonta, que no todo el mundo es así de intolerante, que aquella que la estaba llamando injustamente maleducada estaba demostrando serlo y que, en definitiva, a palabras necias, oídos sordos.

lunes, 10 de junio de 2013

Gestos

Me levanto por la mañana y, con los ojos entreabiertos, me miro en el espejo del baño. Aun no me acostumbro al cambio, ya no tengo que peinarme. Tampoco es que tuviera el pelo muy largo, pero ya iba necesitando un corte, sobretodo ahora que llega el verano y apetece ir más fresquita. A lo que iba, mis rizos han desaparecido, y es que el viernes me corté el pelo por casualidad, una casualidad de esas que hacen mucha gracia. Todavía me río ante lo increíble de la situación. ¿Quién me iba a decir a mí ese viernes por la mañana que al acabar el día habría cambiado de look?

Veréis, me enteré por Facebook de la realización de un cashmob aquí en Alicante. Seguro que ponéis cara de no saber qué es eso del cashmob, la misma que puse yo a priori, pero leer un poco más me sacó de dudas. Se trata de convocar a un grupo de personas a través de internet para acudir a un punto de la ciudad en un momento indicado. Así, toda la gente que acuda a la cita, desconocidos en su mayoría, irá posteriormente a un comercio de la zona desvelado en ese momento a realizar una compra solidaria en masa. ¿Por qué solidaria? Pues porque se trata de ir a comercios locales, tiendas de barrio, que tengan dificultades para sobrevivir en estos tiempos que corren y así tratar de fomentar la compra en esos lugares. Me gustó tanto la idea que decidí dejarme caer por allí para aportar mi granito de arena, no sin antes arrastrar a mi hermano para que me acompañara porque me daba un poco de vergüenza ir sola. No nos arrepentimos de tomar esa decisión.

La cita era el viernes día 7 a las 12 de la mañana en la antigua estación de autobuses. Mi hermano y yo hicimos nuestras apuestas para ver a dónde iríamos, pues por esa zona hay muchísimos comercios de los de toda la vida que ahora están cerrando. Pero por mucho que intentáramos adivinar el sitio escogido para el cashmob jamás lo habríamos acertado. Ni frutería, ni perfumería, ni tienda de ultramarinos, ni ninguna otra de las ideas que cruzaron nuestra mente. El lugar escogido para celebrar el primer cashmob en la ciudad sería una peluquería. En concreto, en la peluquería Maite García en la calle Italia número 12. Uno de los organizadores del evento, a la par que desvelaba el secreto, nos contaba que la peluquería resiste a la crisis que azota la calle en la que está ubicada, siendo a día de hoy el único negocio que sigue abierto en ella. Por tanto, nuestra ayuda serviría para darle a su dueña una buena dosis de optimismo para poder continuar hacia delante. Además, la zona escogida tenía un valor simbólico, pues nos hallábamos a escasos minutos del centro neurálgico de la ciudad, de la calle más comercial de Alicante.

Globos, pegatinas, galletas caseras, picoteos varios, chuches, bebida, pósters de cine de regalo... Todo ello aportaciones altruistas de otros comercios que secundaban las ideas promovidas por el cashmob. Y mucha gente, decenas de personas que, con una sonrisa de oreja a oreja, acudían a la caja de la peluquería a pagar los productos que iban adquiriendo. Volaron los champús, cosméticos y esmaltes de uñas. Nosotros compramos dos pintauñas, uno para mí y otro para nuestra madre; y tras pensármelo un rato, decidí apuntarme a cortarme el pelo esa misma tarde, ya que nos dejaban un precio especial a los participantes en el cashmob. Se respiraba muy buen rollo en el ambiente, daba gusto estar allí sabiendo que con tu pequeña aportación estabas haciendo algo grande para otras personas. Y es que los pequeños gestos desinteresados mueven el mundo. Una sonrisa, una mirada, un abrazo, dar las gracias, decir "por favor", pedir perdón, ceder un sitio en el autobús, ayudar a alguien con las bolsas, etc. Son cosas que podemos hacer en el día a día y que nos van a hacer sentir bien con nosotros mismos, obteniendo, por tanto, una recompensa mayor. Y eso fue lo que me sucedió a mí el viernes.

Llegué a las 5 de la tarde a casa super contenta. Acababa de salir de la peluquería, me habían tratado genial. Todo el cariño que les dimos entre todos por la mañana, lo devolvieron con creces cuando acudí por la tarde a cortarme el pelo. Me dieron las gracias por haber participado en el cashmob de la mañana, me hicieron un café que buena falta me hacía por las horas que eran, me dieron alguna que otra piruleta de las que habían sobrado por la mañana, incluso se quedaron con mi número de teléfono por si alguna vez necesitaban clases de inglés para algún familiar. No puedo hacer otra cosa que dedicarles estas palabras de cariño desde aquí y animaros a todos a que os paséis por allí si alguna vez necesitáis una peluquería, pues son gente muy simpática y seguro que quedáis encantados como yo del resultado. Además, en estos tiempos que corren, mucho mejor ayudarnos entre todos y fomentar el comercio en sitios humildes que luchan por seguir ofreciéndonos un servicio. Vuelvo a repetir su ubicación: Peluquería Maite García en la calle Italia número 12 de Alicante.



En fin, se puede ser solidario y ayudar a los demás de muchas maneras. A mí esto del cashmob me ha gustado. Es una forma muy bonita de ayudarnos entre todos, de saber que hay gente dispuesta a ayudar al prójimo sin pedir nada a cambio. ¡Al próximo me apunto de cabeza!


viernes, 7 de junio de 2013

De buenos y malos

Nos azota una evidente crisis económica, pero también lo hace una que considero peor, una crisis de valores, y me refiero entre la clase política.

Estoy cansada de ver cómo los partidos políticos que en teoría nos representan se echan las culpas de las causas de esta depresión económica y no asumen los errores propios. El Parlamento se ha convertido en un patio de colegio en el que unos chinchan a otros. Da auténtica vergüenza ver cada día cómo alguien se suicida o lo pasa mal mientras que las discusiones entre los gobernantes son del tipo "tú has hecho esto mal y te voy a pistoear hasta el extremo". Es el juego de la patata caliente, se la van pasando de unos a otros, a ver a quién le explota en la cara. Cuántas veces habré oído a los unos decir "es la herencia de Zapatero", mientras que los otros se defienden con "es que la corrupción en su partido es escandalosa". Independientemente de que tengan razón o no en lo que se dicen, yo no quiero ver a quienes he votado peleándose para ver quién es más listo y más competente. Yo quiero que actúen honradamente, que pongan remedio a las cosas, que dejen de una vez de lado sus roces y piensen en ser buenos políticos y servir a su pueblo. Y, más concretamente, también quiero que quienes ostentan esa mayoría absoluta no se idolatren a sí mismos de una manera tan narcisista, ignorando a los demás, y  que tengan en cuenta a quienes en menor medida están en ese Parlamento, pues así lo hemos decidido entre todos los ciudadanos con nuestros votos. En líneas generales, quiero un Parlamento justo y que haga bien su trabajo. Aunque quizá para ser mejores políticos todos deberían empezar por ser mejores personas. 

Una buena persona nunca sería capaz de reirse de las desgracias ajenas. Una buena persona jamás menospreciaría a los demás creyéndose mejor que ellos. Una buena persona no sacaría provecho de su situación para lucrarse a costa de los demás. Una buena persona reconocería los errores propios. Una buena persona admitiría lo bueno que tienen los demás y trataría de sacarles partido para bien. Una buena persona tendría el corazón roto al ver cómo hay gente que lo está pasando muy mal con esta crisis. Una buena persona se dejaría la piel intentando ayudar en la medida de lo posible a los demás. Una buena persona escucharía a los demás. Una buena persona no obedecería a caprichos personales, sino al beneficio de todos. Desgraciadamente, lo que tenemos en el Gobierno son malas personas.

Las malas personas roban, mienten con descaro, malmeten, empujan al de al lado para dificultarle las cosas, se vanaglorian de hacer las cosas mal, nunca reconocen sus errores, odian que a tí te vaya bien y a ellos no, miran por encima del hombro, ignoran las súplicas, pisan tus ideas si éstas pretenden mejorar la situación para con el pueblo, limitan tus libertades, te tachan de violento cuando sólo intentas reclamar lo que es justo, usan la violencia contra quien no puede defenderse, callan bocas a porrazo limpio, consideran justo lo que sólo a ellos beneficia aunque claramente sea perjudicial para los demás, se jactan de no hacer bien su trabajo, despilfarran el dinero que tanta falta hace a otros... No hace falta que argumente con casos concretos, seguro que todos tenemos en mente alguna noticia, declaración o suceso que se caracterice por algo de lo que he enumerado, noticias que nos producen rabia por lo injusto que hay en ellas, como la que me ha empujado a escribir estas letras.

¡Cuánto podría hacerse de cambiar la actitud de nuestra clase política! Son los malos del cuento, pero en muchas historias al final el malo se hace bueno. Ojalá ocurriera aquí lo mismo. Y ojo, no me refiero con estas palabras a todos los políticos. Hay muchos que son honrados y que se dejan la piel para luchar por lo que es justo. Ellos sí son buenas personas y por tanto hacen bien su trabajo y no merecen este rechazo. Pero pagan justos por pecadores y en este cuento hay mucho villano suelto, de ahí la adversión que muchos sienten hacia la política de este país, que ha matado de la forma más cruel a la Democracia. En fin, espero que algún día algo cambie en esas personas y ejerzan de buenos políticos de una vez por todas, devolviéndonos la justicia que ahora no hay.


sábado, 1 de junio de 2013

Euforia compartida

Viernes por la noche. En realidad ya es sábado, pasan de las 12. Llego a casa emocionada por lo que acabo de experimentar y unas ganas locas de contaros lo que me ha pasado se apoderan de mí. 

Vengo de ver un partido de baloncesto entre el Lucentum y el River de Andorra. Hasta ahí podéis pensar que tampoco es para tanto, pero ¡qué partidazo, señores! Hemos ganado de un punto en el último segundo con un triple de infarto que ha levantado al estadio entero. Y es que nos jugamos el ascenso a la Liga Endesa. La emoción por ver al equipo hacerlo bien y ganar es impagable, pero si la mezclamos con la auténtica tensión que se ha vivido por ir perdiendo en los últimos segundos y el pesimismo que casi asomaba, os diré que han sido los 10 euros que mejor he invertido en la vida. 

Nunca antes había ido a ver un partido de baloncesto en vivo y en directo. Siempre los veo desde casa, desde el sofá más concretamente; en la tele y con su picoteo para acompañar. Hoy ha sido la primera vez que mi perspectiva era desde una grada y rodeada de gente. Y ha ocurrido todo por casualidad. No imaginaba para nada esta mañana cuando me he levantado que acabaría pasando una grandísima tarde-noche y llegaría a casa tan eufórica. La sensación que se experimenta es completamente diferente. Me he emocionado, se me han puesto los pelos de punta. 

Al principio no he formado parte de los gritos de la grada, me limitaba a aportar mi granito de arena aplaudiendo. Pero desde la mitad del partido en adelante, conforme aumentaba la tensión entre el gentío, me he ido soltando un poco más y he acabado uniendo mi voz a los gritos de todos los aficionados. Tanto es así que aun me duele la garganta un poco. Y para mí, que esas cosas me dan un poco de vergüenza, ha supuesto todo un logro el que me soltara un poco y me dejara llevar por la emoción. Las palabras se me quedan cortas para expresar todo lo que pasa por mi cabeza ahora, pero creedme que ha sido un momento de esos que se graban a perpetuidad en la memoria. Algo legendario, vamos. En fin, que es muy emocionante compartir esa euforia con los demás, disfrutar y sufrir al mismo tiempo.

 La vida es muy corta y hay que exprimir al máximo cada minuto para sentirnos felices. Hoy se me ha presentado la oportunidad de hacer algo nuevo y la he aprovechado. Creo que repetiré experiencia, ya lo creo que sí.