Los domingos a uno le apetece estar en casa y pasar un día tranquilo leyendo el periódico, viendo la tele o echándose la siesta. Vamos, lo que viene siendo no hacer nada. Ayer domingo a mí, que además me encontraba fatal, me habría apetecido quedarme en casa descansando, pero tenía que ir a un cumpleaños y mi deber era asistir. Horas más tarde me alegraría enormemente de haber tomado esa decisión, pues se me fueron todos los males y pasé un día estupendo en el que no faltaron las risas y la diversión.
El cumpleaños era en Elche, ciudad que, aunque me pese he de admitirlo, me gustó bastante. La primera parada la hicimos en un restaurante vietnamita. Habíamos quedado a la hora de comer y estábamos hambrientos. Nos habríamos comido hasta el papel de la propaganda, folleto que contenía una errata bastante alarmante, pues se ofrecía en el menú "filete de japonesa" en vez del rectificado "filete de cerdo" que aparecía en otros folletos me imagino que reeditados. El caso es que el restaurante me encantó. Estaba todo buenísimo, a excepción de una sopa con tofu que comí con cierto asco por culpa de cierto comentario super cochino. Ya no vi la sopa con los mismos ojos. Pero en cuanto la tortura de comerme esa sopa pasó, nos trajeron el resto de la comida que incluía sushi. Siempre me lo había comido con salsa de soja, pero esta vez le puse el jengibre y el wasabi para ver qué aguante tenía y, señoras y señores, creo que soy inmune al picor del wasabi. Sí, picaba, pero no tanto como para no soportarlo. Y sí, me puse bastante, lo probé como está mandado. Para rematar la exquisitez de la comida, de postre trajeron helado de coco. Eso ya fue de dimensiones orgásmicas. Lamí hasta el plato en el que me lo trajeron. Y, dejando la comida a un lado, los del restaurante se lo curraron, porque en mitad del postre pusieron la música del cumpleaños feliz y le trajeron al cumpleañero un flan con nata y una velita y un regalo, pues un rato antes habíamos cantado nosotros y se percataron de que aquello era un cumpleaños. El pobrecillo se asustó, pues era la primera vez que veía que algo así ocurría, pero nosotros ya estábamos acostumbrados a esas cosas. Recuerdo aquel junio en el que me cantaron a mí en un restaurante chino y aparecieron luego los camareros con un barco de helado con tres bolas, nata y una bengala. Y todo sin ser ni mi cumpleaños ni nada. ¡Qué risa!
En fin, tras la comida nos fuimos andando hasta un parque en el que antes teníamos que bajar por el cauce del río y cruzar. Todo por no ir por el puente de arriba y por hacerlo más aventurero. Pues nada, al llegar al río tuvimos que cruzar la corriente de agua por un mini puentecito pegado a la superficie. No hace falta que os diga el miedo que tenía ante una birria de paso que no era nada del otro mundo, pero a mí esas cosas no me gustan. Una vez en el otro lado nos paramos para dejar las cosas y empezar a jugar. ¿A qué? Pues al escondite. Y luego al memory con 20.000 cartas para adivinar. Vamos, los juegos a los que todos hemos jugado de pequeños. Os lo podéis imaginar, nos divertimos un montón, y con las cosas más simples del mundo. Sacar ese niño que llevamos dentro es reconfortante muchas veces, y es una práctica que deberíamos hacer más a menudo.
Tras hacer el ganso nos dirigimos a una tetería a descansar un rato, pero no a dejar de jugar ni mucho menos. Aprendimos sobre las plantas, descubrimos nuevos aromas en unos tés que nos regalaron, y nos dimos cuenta de que aquel era un cumpleaños distinto a los que siempre hemos celebrado, pues el cumpleañero supo llevarnos muy bien a su terreno, el del medio ambiente. Mis felicitaciones otra vez desde aquí. Eso sí, hay un ingrediente indispensable en todas nuestras celebraciones y es jugar a Los Hombres Lobo de Castronegro, así que estuvimos un buen rato abriendo y cerrando los ojos, gritándonos en todas las acusaciones (chicos, desde aquí pido que mantengamos la calma. Un día nos vamos a acabar pegando por el juego jajaja) y haciendo estrategias para ganar. Nadie resultó herido al final. Bueno, me sé de cierto esguince cervical, pero no se produjo por el juego... jajajaja
Pensaréis que esto se acaba. Pues no. De camino a la estación para coger el tren de vuelta a Alicante nos paramos en un parque a hacernos fotos en los columpios, pues antes había estado aquello lleno de niños. De noche ya no había nadie y nos pudimos hacer fotos tranquilamente. Hablando de fotos, aquí os dejo unas cuantas del día y me despido ya diciendo una vez más que el día de ayer fue de esos que se recuerdan con cariño. Hay que ver cómo con lo más simple uno disfruta que da gusto. Felicidades al cumpleañero, no sólo por cumplir años, sino por marcarse un cumpleaños de 10.
El cumpleaños era en Elche, ciudad que, aunque me pese he de admitirlo, me gustó bastante. La primera parada la hicimos en un restaurante vietnamita. Habíamos quedado a la hora de comer y estábamos hambrientos. Nos habríamos comido hasta el papel de la propaganda, folleto que contenía una errata bastante alarmante, pues se ofrecía en el menú "filete de japonesa" en vez del rectificado "filete de cerdo" que aparecía en otros folletos me imagino que reeditados. El caso es que el restaurante me encantó. Estaba todo buenísimo, a excepción de una sopa con tofu que comí con cierto asco por culpa de cierto comentario super cochino. Ya no vi la sopa con los mismos ojos. Pero en cuanto la tortura de comerme esa sopa pasó, nos trajeron el resto de la comida que incluía sushi. Siempre me lo había comido con salsa de soja, pero esta vez le puse el jengibre y el wasabi para ver qué aguante tenía y, señoras y señores, creo que soy inmune al picor del wasabi. Sí, picaba, pero no tanto como para no soportarlo. Y sí, me puse bastante, lo probé como está mandado. Para rematar la exquisitez de la comida, de postre trajeron helado de coco. Eso ya fue de dimensiones orgásmicas. Lamí hasta el plato en el que me lo trajeron. Y, dejando la comida a un lado, los del restaurante se lo curraron, porque en mitad del postre pusieron la música del cumpleaños feliz y le trajeron al cumpleañero un flan con nata y una velita y un regalo, pues un rato antes habíamos cantado nosotros y se percataron de que aquello era un cumpleaños. El pobrecillo se asustó, pues era la primera vez que veía que algo así ocurría, pero nosotros ya estábamos acostumbrados a esas cosas. Recuerdo aquel junio en el que me cantaron a mí en un restaurante chino y aparecieron luego los camareros con un barco de helado con tres bolas, nata y una bengala. Y todo sin ser ni mi cumpleaños ni nada. ¡Qué risa!
En fin, tras la comida nos fuimos andando hasta un parque en el que antes teníamos que bajar por el cauce del río y cruzar. Todo por no ir por el puente de arriba y por hacerlo más aventurero. Pues nada, al llegar al río tuvimos que cruzar la corriente de agua por un mini puentecito pegado a la superficie. No hace falta que os diga el miedo que tenía ante una birria de paso que no era nada del otro mundo, pero a mí esas cosas no me gustan. Una vez en el otro lado nos paramos para dejar las cosas y empezar a jugar. ¿A qué? Pues al escondite. Y luego al memory con 20.000 cartas para adivinar. Vamos, los juegos a los que todos hemos jugado de pequeños. Os lo podéis imaginar, nos divertimos un montón, y con las cosas más simples del mundo. Sacar ese niño que llevamos dentro es reconfortante muchas veces, y es una práctica que deberíamos hacer más a menudo.
Tras hacer el ganso nos dirigimos a una tetería a descansar un rato, pero no a dejar de jugar ni mucho menos. Aprendimos sobre las plantas, descubrimos nuevos aromas en unos tés que nos regalaron, y nos dimos cuenta de que aquel era un cumpleaños distinto a los que siempre hemos celebrado, pues el cumpleañero supo llevarnos muy bien a su terreno, el del medio ambiente. Mis felicitaciones otra vez desde aquí. Eso sí, hay un ingrediente indispensable en todas nuestras celebraciones y es jugar a Los Hombres Lobo de Castronegro, así que estuvimos un buen rato abriendo y cerrando los ojos, gritándonos en todas las acusaciones (chicos, desde aquí pido que mantengamos la calma. Un día nos vamos a acabar pegando por el juego jajaja) y haciendo estrategias para ganar. Nadie resultó herido al final. Bueno, me sé de cierto esguince cervical, pero no se produjo por el juego... jajajaja
Pensaréis que esto se acaba. Pues no. De camino a la estación para coger el tren de vuelta a Alicante nos paramos en un parque a hacernos fotos en los columpios, pues antes había estado aquello lleno de niños. De noche ya no había nadie y nos pudimos hacer fotos tranquilamente. Hablando de fotos, aquí os dejo unas cuantas del día y me despido ya diciendo una vez más que el día de ayer fue de esos que se recuerdan con cariño. Hay que ver cómo con lo más simple uno disfruta que da gusto. Felicidades al cumpleañero, no sólo por cumplir años, sino por marcarse un cumpleaños de 10.