Que no se diga que no lo he intentado. Tenía curiosidad por leer una de las mejores sagas de ciencia-ficción, Dune de Frank Herbert, pero se va a quedar el intento en un sólo libro, no voy a leer los demás (que no sé realmente cuántos son, pero un montón). Y es que, a pesar de tener muchas cosas buenas, la novela me ha aburrido en numerosas ocasiones, llegando al punto de pasar las páginas rápido, prestando sólo atención a algunos diálogos. Así que hoy me gustaría hacer un análisis con pros y contras del libro.
Como no quiero aburrir a los lectores con mi análisis, resumiré lo que voy a detallar más adelante, para que quien no quiera seguir leyendo llegue a la tesis de este post. Dune nos descubre una nueva civilización gobernada por un Imperio y establecida en varios planetas, siendo el marco de esta historia el planeta de Arrakis o Dune, un planeta árido y desértico en el que el agua cobra una gran importancia, pues es escasa. Economía, política y religión van a ser tratadas de una forma un tanto diferente a nuestra realidad, pero veremos como en el fondo guardan cierta similitud. Para el lector actual el argumento puede ser familiar, pues muchas son las historias acerca de nuevas civilizaciones futuristas con un sistema de jerarquización peculiar o distinto al nuestro. Es decir, la historia no es nueva, por eso puede llegar a no entusiasmar demasiado al lector al pensarse éste que va a leer más de lo mismo, en el desierto esta vez. Pero pensad que se trata de una de las obras pioneras de la ciencia-ficción. En su época fue aclamada por ser algo novedoso y diferente. De cualquier modo, como ya dije en otra ocasión, la originalidad no es motivo de peso para sentenciar una obra. No por tratarse de "más de lo mismo" debemos rechazarlo porque podemos estar cometiendo un error. Los motivos que me han conducido a no alabar Dune son otros. La novela no me ha gustado del todo porque su narración llegaba a ser muy pesada y aburrida. Su hilo conductor es la estrategia política y las creencias populares basadas en la religión, así que os podéis hacer una idea de lo pesado que ha podido llegar a ser. Por lo tanto, no es un libro que recomendaría, pero como para gustos no hay nada escrito, si alguien siente el ánimo de adentrarse en la lectura, adelante, se encontrará con muy buenas cosas, pero es probable que se llegue a cansar en ocasiones como yo. Y hasta aquí mi resumen. Ahora voy a hablar de los pros y contras de la novela, algo un poco más extenso, así que si alguien no quiere seguir leyendo, nos vemos en el próximo post.
Como me gustaría acabar el post con buen sabor de boca, vamos primero con los contras de esta primera entrega de Dune. El mayor de todos, en mi opinión, es su escenario. Creo que es una de las razones por las que la narración cansa, porque el marco no acompaña. Tiendo a imaginarme los escenarios que se me describen y sumergirme en ellos y éste era agobiante. Es un paisaje desértico, solo hay arena y más arena. No hay vegetación y el agua escasea. Esto obliga a la gente a vivir de una determinada manera, reciclando cada gota de agua y no saliendo de sus poblados nada más que lo justo. La sensación de desolación, tristeza y agobio se han apoderado de mi mientras leía, y eso no es bueno en cierto sentido. Está claro que si me he sentido así, las descripciones en el libro son brillantes, transportándome a ese mundo. Pero es un mundo triste, no me gusta.
Hablaba de la forma de vida de los habitantes de Arrakis. Otra de las cosas que he llegado a odiar del libro es cómo reciclan el agua. Y cuando digo eso me refiero más particularmente al uso de los destiltrajes. Ya no es que guarden y reciclen el agua empleada a diario, sino que incluso aprovechan el agua corporal. Ya sabéis que el cuerpo humano tiene un alto porcentaje de agua. Pues bien, para destilar todo el agua que segregamos (sudor, lágrimas, orina, etc), los habitantes de Arrakis llevan puesto un destiltraje que no se quitan nunca. Ahí se recoge todo ese agua. ¿Entendéis por dónde voy cuando os digo que me da asco? Además, cuando alguien muere, destilan su agua corporal y se la dan a otro. ¡Puaj! Está claro que si llegara a escasear el agua en un futuro lejano, el ser humano tendría que recurrir a cosas como esa. Pero como eso no ocurre ahora, pensar en ello e incluso ver cómo se hace puede producir la sensación que he tenido yo.
Otra de las mayores pegas del libro es que se hace pesado porque se centra mucho en la política, religión y economía. El autor ha creado un universo nuevo, un Imperio, pero está muy controlado por esa especie de religión reinante, en la que ciertas mujeres instruidas pueden ver el futuro y decidir los pasos de los gobernantes. Éso, junto a las creencias populares proféticas, pues piensan que las leyendas acerca de un gran mesías son ciertas, es lo que rige las acciones que veremos en la historia. Pero es precisamente lo que hace que la lectura sea pausada, seria y aburrida. No vemos historias apasionadas, de amor, con grandes sentimientos de amor u odio. Es todo tan recto y serio que no hay cabida para esas cosas. Por ejemplo, no vemos cómo el protagonista, Paul, llega a enamorarse de Chani, la que será la concubina real. Es decir, hay cabida para estas cosas, los acontecimientos dan pie a ello, pero el autor no ha reparado en ellas porque esta historia es más mística, más centrada en las gestiones políticas y religiosas. En cierto sentido me viene a la cabeza la saga de Star Wars, pura ideología política en esencia, pero dispersa entre historias de amor y entre batallas que hacen las delicias de los amantes de las pelis de acción. Así la fórmula sí que funciona, pero tal y como la plantea Dune, no.
Pero vamos ahora a las cosas buenas. Para empezar, cada uno de los capítulos del libro tiene al principio un extracto de una obra (ficticia, obviamente),una crónica sobre ese lider del que hablaban las profecías y leyendas. Dichas citas ayudan a comprender un poco la historia. Bueno, más que a comprender, a entrever qué pasará después, ya que están escritas a posteriori, pero en ellas ya sabes que la historia va a buen puerto. Y no son sólo anécdotas de lo que pasará después, sino que también teorizan acerca de cómo debiera ser la política. Por ejemplo, os copio uno de los extractos que más me han gustado:
La grandeza es una experiencia transitoria. Nunca es consistente. Dependen en parte de la imaginación humana creadora de mitos. La persona que experimenta la grandeza debe percibir el mito que la circunda. Debe reflexionar que es proyectado sobre él. Y debe mostrarse fuertemente inclinado a la ironía. Esto le impedirá creer en su propia pretensión. La ironía le permitirá actuar independientemente de ella misma. Sin esta cualidad, incluso una grandeza ocasional puede destruir a un hombre.
Suelo apuntar en una libreta las frases que más me llaman la atención de los libros. Este párrafo se viene conmigo en esa libreta, porque me gusta esa manera de pensar. Hay que tener los pies bien en el suelo y no dárselas nunca de importante, pues eso está a medio camino entre la prepotencia y el egocentrismo. Creerse el centro del universo puede destruirte, como reza el pasaje. Al menos yo lo interpreto así.
Hablaba al principio de la originalidad en las novelas de ciencia-ficción. Quizá esta historia no nos sorprenda porque es parecida a otras, pero tiene elementos nuevos para el lector actual. Por ejemplo, el escenario con el que tanto me he metido antes es algo no muy visto. Es muy arriesgado meterse en terrenos así, literalmente, porque no dan mucho juego. Recuerdo la tan criticada película de Residen Evil 3. Siempre lo diré, la película no es mala, la historia es buena, pero tiene una pega muy grande: transcurre en el desierto y el desierto no da juego. Ahí queríamos ver zombies por todos lados, como en las películas anteriores que transcurren en la Colmena o en la ciudad de Raccoon City. En la tercera película tenemos un desierto, un espacio abierto, enorme y vacío. Los únicos momentos de acción (acción como sinónimo de "que vienen los zombies") son cuando llegan a una gasolinera-motel en medio del desierto o cuando viene una bandada de pájaros zombies. Ambas cosas, si me lo permitís, metidas a la fuerza con calzador porque era la única manera lógica de meter zombies en la trama. Y eso, señores, no convenció al público. Y eso, señores, es lo que le pasa a Dune. Lo único emocionante que se encuentra en el desierto son los gusanos gigantes (dóciles, como descubriréis al final de la historia, ni siquiera suponen una amenaza real). En fin, aun así, la historia de Dune tiene cierto éxito a pesar de su localización y el valor del autor al atreverse a usar este espacio es digno de admirar.
Pasando a otra cosa, la importancia que se le da al agua me ha parecido genial. Siempre se ha dicho que hay que ahorrar agua, es un bien que no se puede despilfarrar. Dependemos de ella y no llegamos a saber cuánto. No entendemos bien su importancia porque podemos disponer de ella cuando queramos. Se dice que nunca sabes cuánto necesitas algo hasta que lo pierdes. Pues bien, llegamos a Arrakis y no hay agua, para ellos es normal destilar el agua corporal, viven así, se han acostumbrado. Pero no el lector. Lo que quiero resaltar aquí es la impresión que se produce en nosotros, quienes vemos con horror cómo tienen que vivir de esa manera. Por eso me parece una buena idea mostrarnos una sociedad obligada a reciclar el agua, por mucho asco que me diera leer sobre lo del agua corporal. Bien por Herbert.
Más cosas. Me imagino que os estaréis preguntando el porqué de la importancia de Arrakis, por qué un planeta aparentemente nada atractivo es el centro de las atenciones del Imperio que lo gobierna. Pues bien, aquí es donde Herbert se mete en el terreno de la economía, rozando también la moral y ética de los gobernantes, pues Arrakis es un planeta explotado por su especia, la melange. Se trata de una sustancia adictiva, base de la economía de todo el Imperio, y Arrakis es rica en ella. Para que os hagáis una idea, esta a medio camino entre la droga y el petróleo, metafóricamente hablando. Se parece a la primera, la droga, por ser tan adictiva y crear tanta dependencia en su consumo. Por otra parte, su tratamiento, es decir, la explotación que se hace de ella, los recursos que se emplean para su extracción y el negocio que montan en torno a ella, nos hace asociarla con el petróleo. De cualquier modo, es una manera muy brillante de poner de manifiesto nuestra economía, dominada por el petróleo, y de analizar las similitudes.
Por último, otra de las cosas buenas, aunque con esto no me extenderé mucho porque no domino el vocabulario, es la religión que se entrevé en la historia y su manera de dictar los pasos de los gobernantes. La Historia (la escribo con mayúsculas, pues no hablo ahora de la narración del libro) nos muestra que la religión ha ido siempre muy ligada a la política, a pesar de los pesares. Muchos de los grandes acontecimientos de la Historia han sido motivados por la religión, ligada a su vez a la forma de gobernar determinado territorio. Aquí, en Dune, tenemos un ejemplo de eso mismo. Se trata de una civilización ficticia, inventada, pero contiene la esencia de toda civilización: el ser humano no es perfecto, comete errores, y esos errores siempre se atribuyen a un libre albedrío concedido por alguna divinidad. El Hombre no admite los errores, pretende que sean fruto de un dios que los ha hecho imperfectos. Aquí tenemos a unas mujeres, las Bene Geserit, que pueden de alguna manera ver el futuro y aconsejar a los gobernantes, quienes a veces depositan toda su confianza en tales "habladurías". Si algo sale mal, la culpa no será de los gobernantes, sino de esas mujeres y la palabra que transmiten. Lo dicho, política y religión van de la mano. En cualquier caso, para no extenderme más, es curioso leer acerca de estas cosas, de cómo nos vemos a nosotros mismos y nos reflejamos de alguna manera en las historias de ficción. Si yo ahora me inventara un mundo nuevo, seguramente haría uso sin querer de estas flaquezas del ser humano y de esta dependencia en las autoridades divinas.
Resulta irónico que haya usado como pros y contras casi los mismos elementos. Y es que Dune es como un arma de doble filo. Las cosas buenas que tiene son las que la hacen caer en la pesadez y monotonía y te arrastran con ellas. Y al revés, esas cosas malas, si te paras a pensarlo, son positivas, la convierten en la obra de culto que es. De todas maneras, brillante o no, este primer libro no ha sabido darme lo que buscaba. No he abandonado su lectura porque no me gusta dejar los libros a medias, es un gesto que no merecen las historias. Además, para opinar primero hay que tener pleno conocimiento de causa, así que he llegado al final para poder emitir un juicio más justo. Pero aquí me planto. Prefiero dedicar mi tiempo a leer otras cosas que me transmitan sensaciones más plácidas, que me hagan sentir cosas más positivas. O que por lo menos no me arrastren al aburrimiento, que es precisamente lo que tratas de evitar cuando te pones a leer. Herbert y Dune no han sabido hacerlo bien en ese sentido.
En fin, si habéis llegado hasta aquí, gracias por leerme. Prometo volver con cosas más interesantes. Por cierto, ahora estoy leyendo La Trilogía de la Fundación de Asimov.... tiene buena pinta...
Saludos!