Más me vale no decir aquello de "no tengo palabras para describir este viaje" porque mi intención es la de contarlo todo y hacer una crónica bastante detallada, así que si alguien tiene la idea de leer un mini resumen que se vaya preparando porque no lo va a encontrar. Sin embargo, ahora no son horas para ponerme a contar las cosas minuciosamente, por lo que en esta entrada tan sólo encontraréis mi impresión más general sobre ese viaje que finalizó hace ya una semana y que aun no me quito de la cabeza. Ya escribiré más y mejor en otra ocasión. Ahora, pongámonos en situación:
Lunes 27 de diciembre de 2010, a eso de las 10 de la mañana:
Me despierto. Va a ser un gran día. Va a ser el día que tanto llevo esperando. Va a ser el día en el que vuelva a mi segunda casa, Irlanda.
Me he dejado las maletas por hacer en el último momento. De tantos nervios que tengo no sé ni lo que meto en ellas ni lo que estoy dejando fuera. Da igual -pienso- si algo falta, me lo compro allí.
Llega el mediodía, es hora de ir al aeropuerto. No he comido casi nada, pero es que no me entra la comida en ese momento.
Dos maletas: una grande que facturamos enseguida en el mostrador y otra más pequeña de equipaje de mano. La gente va llegando. Comentamos nerviosos cómo nos ha ido todo. Nos despedimos de familiares y nos dirigimos al control policial. A algunos los cachean porque han pitado al pasar por el detector, los demás nos reímos de lo absurdo del momento. Nos vamos a la puerta de embarque, en 15 minutos entraremos al avión.
Ya están las azafatas haciendo el numerito de qué hacer en caso de emergencia, señal de que esto está a punto de salir. El avión se mueve y se dirige a la pista de despegue. Tropecientos kilómetros por hora que te pegan hacia el respaldo del asiento casi de golpe. La parte delantera se inclina hacia arriba y sube. Sensación de presión en la cabeza mientras todo el avion se eleva alto, muy alto.
¡¡¡Pin!!! El avión se ha estabilizado y se oye la señal de que ya podemos quitarnos los cinturones. En dos horas y media llegaremos. Llegaremos a Irlanda. Llegaremos a ese lugar al que tanto ansío volver desde hace casi 3 años...
...¡Ya hemos llegado! Salimos por las escaleras, a la intemperie. No esperaba menos de mi Irlanda, está todo el suelo mojado, señal de que ha llovido. Minutos más tarde, esperando al autobús que nos llevara a Dublin, vuelve a llover. ¡Bendita lluvia! Hasta ella nos da la bienvenida. En otras circunstancias me habría parecido inoportuna, pero en ese momento es especial, por lo menos para mí. Es Irlanda en estado puro. Lo único que echo de menos es el frío intenso, pero en algo tuvimos un poco de suerte y el tiempo acompañó unos cuantos días.
Me trasladaré ahora al momento en el que, tras dejar las cosas en el hostal, nos vamos caminando por Grafton en busca de un lugar donde cenar y, más tarde, de un pub donde tomarnos la primera pinta. Volver a caminar por esos lugares que tantas veces había recorrido antes fue mágico. Todo está igual. Sí, hay cosas nuevas, pero todo es en esencia tal y como lo recuerdo. Hasta entrar a un pub y que toquen música en directo mientras te bebes una pinta es de lo más familiar. El momento especial viene cuando escuchas las canciones que en otro tiempo fueron la banda sonora de tu vida. Suena Mr Brightside de los Killers y a una se le ponen los pelos de punta.
Un gran comienzo. Un comienzo especial. Un comienzo mágico. Un gran reecuentro especial y mágico con mi querida Irlanda, que mujer tenía que ser.
Lunes 3 de enero de 2011, a eso de las 3 de la tarde, hora irlandesa
En tan sólo unos minutos embarcaremos al avión que nos traerá de vuelta a España. En nuestras caras se refleja notablemente el cansancio, no sólo por haber pasado el día arrastrando maletas y demás equipaje, sino por haber pasado una semana increible y no haber parado quietos ni un solo minuto.
Las dos horas y media de vuelo se nos pasan volando, valga la redundancia. Nos hemos dormido todos durante el trayecto. Al salir nos reunimos todos con nuestras respectivas familias. Toca despedirse. Prometemos vernos de nuevo, estar en contacto y pasarnos las fotos. Cada uno para su casa.
Un final. Un final extraño. Un final mezclado con sueño, cansancio y tristeza porque todo ha acabado. Un final en el que llego a mi cama, cierro los ojos y no despierto hasta la tarde del día siguiente, casi reseteada.
Desde ese comienzo tan lleno de expectativas a ese final que demuestra que todas ellas se cumplieron pues nuestro agotamiento así lo demostraba, pasaron muchas cosas. Como ya os he dicho al principio, ahora no es momento de que os cuente anécdotas, excursiones, momentos y demás. Tan sólo quiero expresar lo satisfecha que estoy de este viaje y de todas las personas que han hecho de él una de las experiencias más bonitas que he vivido. Tal y como dijo Jaime la noche del 31, esta Nochevieja, y con ello entiéndase toda la semana de viaje, no sólo el 31; ha sido la mejor de nuestras vidas y la peor de las que nos quedan por vivir.
He de confesar que durante estos meses de espera llegué a pensar alguna vez que con tanta gente no íbamos a aclararnos del todo a la hora de hacer planes o de organizarnos, pero ¡cómo me encanta equivocarme si es para bien! Los 9 hemos sido como una gran familia unida y nos hemos entendido y compenetrado a la perfección. En ningún momento ha habido malentendidos, malos rollos o discusiones, y mirad que eso es bastante inevitable en cualquier convivencia. Eso dice mucho de vosotros, de nosotros. Este viaje no habría sido lo mismo sin todos y cada uno de vosotros. Unos aportaban tranquilidad, otros organización, otros risas, otros animaban a los desfallecidos caminantes a continuar, otros se preocupaban por hacer la cena, otros prestaban champú, chanclas o pasta de dientes; otros pedían las pintas en la barra, otros despertaban a la gente por las mañanas de la forma más simpática que podían... En definitiva, un 10 para todos, que nos lo hemos ganado. Espero que volvamos a repetir, porque a mi esto me ha encantado. Muchas gracias a todos por contribuir a que este viaje haya sido maravilloso.
Y ésta es mi impresión sobre esta aventura. Maravillosa. Podríais haberos ahorrado leer las parrafadas que he soltado y haber llegado a esta calificación final, pero ésta tan sólo se argumenta y explica con todo lo que he escrito. Así he vivido las cosas, tratando de verlas como algo especial, disfrutando de cada momento, agradecida por la gente que tenía alrededor. Ahora tan sólo me queda ilustrar un poco cómo ha sido cada día allí, contar a dónde hemos ido, qué hemos hecho y demás detalles, sin olvidar las innumerables anécdotas de las que tanto nos vamos a acordar siempre, pero eso será otro día.
¡Hasta el próximo post!